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La Travesía

martes, 23 de julio de 2013

TRAVESÍA SUPERCONJUNTADA DE PORTUGAL, ETAPA 17 (IV) Ovar - Espinho

Salgo del huevo fabergé y me echo a andar sobre patas renovadas,
 y ¿esto qué se supone que es?
¿Una acera? Y ¿se supone que yo tengo que andar por ella?¿O me están tomando el pelo? En el lado en el que debería ir (o sea, el otro) solo hay más de lo mismo ―unos centímetros escasos de malas hierbas― y lo único que gano yendo por el lado más peligroso es que tengo un poco de sombra, que me llega hasta los tobillos, las rodillas, o los codos con suerte, pero casi nunca hasta la cabeza, que es donde me interesa, porque así no me iré volviendo loca mientras camine. Pero ¡merece la pena! ¿De dónde ha salido esta ola de calor? No estaba prevista. ¿No estaba aterida de frío ayer?
Esto si no me equivoco es un hórreo, ¿verdad? No sabía que los había en Portugal. Debemos de estar cerca de Galicia ya…
Pero en cuanto salgo de la pequeña tregua rural ya estoy otra vez con la mínima expresión de la acera por los dos lados de la carretera. Y siempre camiones, camiones, camiones....
¡O sea que salir a una acera así es un lujo! Además allí lo veis, tiene medio metro cuadrado de sombra de la buena, y paso por ella despacio, despacio…
Y nada, ya estamos otra vez con esto. Pero no me importa pasar levantando las piernas como en el cambio de guardia griego y recogiendo todo el yeso y el polvo de la pared con el vestido mientras los coches me rozan el codo por el otro lado si al menos hay un poquito de sombra……

Y siempre camiones, camiones, camiones….

O sea que no ha sido el día más fácil de la travesía, que digamos.
Y todas estas actividades frustrantes/ensuciantes/calurosas/suicidas cansan, y cuando llego a Espinho todo en mí está tarumba y solo sé que tengo que seguir hasta que encuentre un bar donde me pueda tomar una cerveza, y no sé qué me están diciendo todos estos semáforos, si parar, si pasar, si esperar, si adelantar, si cruzar, si….
Pero por fin sale este maravilloso bar a mi encuentro y me tomo la cerveza que me merezco (que a partir de estas latitudes ya se llama un fino, y hay que pedir un fino, y eso es muy difícil porque siempre tengo miedo de que me pongan un fino, ya me entendéis).

He llegado a Espinho como un robot (es solo cansancio, solo cansancio, no pasa nada), y tengo las piernas como dos piezas de maquinaria pesada, que remolco hasta un restaurante que tiene……. ¡un sofá! y allí paro la máquina y como y bebo con una sonrisa idiota en la cara porque ¡¡soy muy feliz!!
Luego me llego al hotel. Voy en vacío ya, con el motor apagado, pero afortunadamente está muy cerca del sofá-bar.
Y subo y subo y subo y subo, verticalmente, sin hacer esfuerzo, y llego a un gran apartamentito con salón, dormitorio, cocina y cuarto de baño con recibidor. Y empieza la siesta.

Desde la décima planta el mar suena a autopista.

Por la tarde rehúyo la playa con cualquier excusa (que hay un vendaval, por ejemplo, y veo claramente desde el décimo piso que la gente tiene frío) y duermo remoloneo y me tomo un baño sin fin, luego salgo a dar un paseo (tengo las piernas estupendas, era solo cansancio, no pasaba nada),
y Espinho es bonito, además lo han mejorado desde la última vez que yo estuve aquí, en el 2005, soterrando las terribles vías del tren que cortaban la ciudad en dos y cosas así,
Espinho es bonito y también cervecero,
y al final llego a la playa, aunque creo que es un poco tarde para tomar el sol ya….

2 comentarios:

  1. Como avanza la cosa! En poco tiempo terminas tu aventura portuguesa.
    Y como dice un amigo cuando no puede dar un paso más:
    Tengo las piernas como macetas.
    Un beso Pau.

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    1. Como siempre que apareces ¡¡¡¡¡¡me alegro de verte!!!!!!
      Sí, estoy muy cerca de terminar ¿¿qué haré cuando termine??
      Un beso!

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